Cuando nos sentimos frágiles
Imagina por un momento que te atan de pies y manos sin posibilidad de moverte. De repente viene un golpe hacia tu pecho. La única posibilidad que tienes de defenderte es tensando tu caja torácica para absorber dicho golpe. Imagina que la situación de amenaza persiste en el tiempo, dicho estado de alerta o de pánico producirá una situación que llamaremos ansiedad, y que tiene muchas connotaciones relacionadas con la falta de respuesta adecuada ante las situaciones que produce efectos bastante incómodos a nivel emocional y que se manifiestan también a nivel corporal.
Si bien un cierto nivel de ansiedad es algo positivo ya que te hace estar más alerta y despierto para reaccionar rápida y adecuadamente ante las situaciones de la vida, esto deja de ser tan positivo cuando se torna en un proceso crónico que nos va agotando y que provoca que al final no tengamos energías suficientes para enfrentarlo.
Síntomas asociados a este estado serían la sensación de fragilidad, inquietud, vulnerabilidad, desprotección, estrés emocional, angustia, sensación de opresión en la región torácica o abdominal, temor indefinido, preocupación desbordante con miedo a perder el control, taquicardia, sensación de ahogo, temblores en las extremidades, rigidez muscular, insomnio, dificultades para la comunicación, pensamientos negativos y obsesivos, etc.
Muchas veces la sensibilidad se acrecienta, sentimos muy claramente todo lo que sucede a nuestro alrededor y dentro de nosotros mismos, somos en definitiva más conscientes. Pero puede ocurrir que dicha percepción esté distorsionada produciéndonos un sufrimiento extremo sin causa objetiva exterior que lo justifique.
La OMS establece que la prevalencia de los trastornos de ansiedad se sitúa en un 25% de la población adulta en occidente, esta cantidad se reduce a la tercera parte en oriente.
Medicina tradicional china
La medicina china nos ayuda a entender el funcionamiento de los ciclos de la naturaleza, del hombre y del movimiento de la energía (Chi) en general, nos dará una visión global y coherente de cómo se relacionan todas las señales que aparecen a nivel físico-fisiológico, emocional, mental y espiritual. Se puede considerar al chi como la estructura en la que se fundamenta cómo se expresan dichos aspectos, en la que podemos ver su tendencia y poder desviarla, reflejándose posteriormente en las acciones, forma de pensar, sentir, señales físicas, etc.
Según esta visión, en un estado de ansiedad intervienen numerosos elementos implicados, indicaría que existe algún tipo de desequilibrio de los meridianos del Corazón y Protector del corazón, los meridianos de Tierra (Bazo - Estómago) y de Agua (Riñón - Vejiga).
El corazón aparece en el núcleo de un proceso de ansiedad, tiene que ver con lo que percibimos como una amenaza para nuestra integridad y en general con lo que necesitemos expresar. Problemas en este aspecto se manifiestan mediante una coraza muscular en el pecho que además limita el libre flujo de la respiración, esto provoca que se sienta con menos intensidad pero conlleva un gasto energético que a la larga agrava los síntomas de ansiedad.
Si usamos el diagnóstico energético en el abdomen que se usa en shiatsu zen, encontraremos que las zonas diagnósticas asociadas a los meridianos del corazón y al protector del corazón están encima del estómago en la parte superior del abdomen. Por eso es muy normal cuando hay problemas emocionales asociados al corazón que la comida se use para aplacar la sensación de malestar que sentimos o que usemos un inhibidor de la acidez ya que coincide físicamente con dichas zonas.
Si este proceso se hace crónico, la fuga energética producida tarde o temprano pasará factura, normalmente drenando la energía de riñón (nuestro almacén energético último), y afectando al final a resto de funciones y órganos, pudiéndose empezar a gestar un estado de depresión al que muchas veces está asociado.
Un proceso de ansiedad suele estar asociado a un desequilibrio de las energías de la tierra (meridianos de bazo y estómago) pueden provocar la sensación de inseguridad, físicamente se manifiesta como un corte o desconexión del suelo a través de nuestras piernas. Esta falta de enraizamiento provoca una falta de apoyo adecuado a nuestras acciones, como si tuviéramos los neumáticos de nuestro coche desgastados, una sensación de falta de control. También provoca que la energía de nuestro cuerpo suba hacia la cabeza haciéndonos más mentales y desconectándonos de otros aspectos y señales de nuestro ser igualmente reales e importantes.
¿Qué hacer?
Abrazar. Estar con personas que te acepten tal como eres. Satisfacer nuestras necesidades reales. Buscar un equilibrio entre lo que das y lo que recibes. Enraizarnos, dejarnos sentir los pies y que el peso de nuestro cuerpo fluya a través de ellos, saltar, correr. Realizar trabajo corporal para conectar todas las partes del cuerpo entre sí. Hacer cosas con nuestras manos. Estirar los meridianos de tierra que están en la zona anterior del cuerpo mediante por ejemplo la “postura del camello” de yoga. Dar y recibir masajes. Masajear el abdomen. Liberar la respiración.
Permitirnos expresar las emociones con el cuerpo y la voz. Bailar, cantar.
Saber parar de hacer cosas (no hay tiempo para hacer todo), descartar lo superfluo. Descansar lo suficiente. Hacer espacios regulares para estar sólo, para reflexionar o meditar.
Tener claros nuestros objetivos y actuar en consecuencia según ellos. Ser coherente con lo que se siente, se piensa, se habla y se actúa.
Shiatsu
Con el masaje shiatsu tendremos criterios objetivos para enfocar donde están los desequilibrios al realizar un diagnóstico energético y una exploración en todo el cuerpo. Si realizamos un tratamiento regular seguramente aparecerán distintos diagnósticos y cosas más prioritarias a trabajar en cada momento.
Es un proceso para desmontar diferentes recursos defensivos que usados de manera puntual son útiles pero si no se desactivan nos debilitan. Cuando los desactivamos tomamos conciencia de ellos y así podremos decidir usarlos en el momento más adecuado. El masaje nos dará un soporte muy útil para empezar a volver a aprender a adaptarnos a las situaciones, estimulando energéticamente allá donde más falta nos hace, reconectando todas las partes del cuerpo entre sí y creando una unidad. Al desactivar los bloqueos tenemos objetivamente más energía y vitalidad.
Meditaciones Activas Osho®
Lo que no tenemos resuelto a nivel exterior se convertirá en un obstáculo cuando vamos al interior, si tenemos ciclos vivenciales inacabados porque no le damos tiempo o no sabemos cómo hacerlo, se manifestarán como un torbellino de pensamientos y de tensiones. Si resolvemos dichos ciclos conseguiremos alcanzar una paz auténtica. Para ello podemos usar la vida real o podemos hacer espacios aparte para escenificarlos o simularlos, sin depender de los demás o en compañía de más gente, desarrollando las habilidades para cerrarlos.
Las meditaciones activas nos sirven para esto, en una primera fase usando elementos expresivos o con movimiento como cantar, bailar, respirar, observar, movimientos de coordinación, girar, correr, etc, y luego con espacios de silencio y relajación para dar un tiempo e integrar lo vivido.
Meditar nos va a ayudar a tomar conciencia, a enraizarnos, a discernir entre lo importante y lo accesorio, a saber ahorrar energía y donde enfocarnos. Todo este proceso hace que veamos con claridad nuestra realidad exterior e interior, obteniendo un sano equilibrio entre ambos aspectos y en definitiva dominio sobre nuestra vida.
José Antonio Espeso
jaespeso@gmail.com
918041997 - 629270141
Ingeniero de telecomunicación, Facilitador de meditación y Terapeuta de shiatsu
VERDEMENTE - marzo 2012
Si lo deseas te puedes inscribir en nuestro taller CAMPO DE MEDITACIÓN