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:: MIKAO USUI::
 

Extraído del libro: "Reiki, el poder sanador de las manos" de Brigitte Glaser – Ursula Vogt

El doctor Mikao Usui fue el conductor de la escuela cristiana de sacerdotes en Kyoto, Japón. Un día, algunos de sus alumnos le preguntaron si creía en las sanaciones milagrosas de Jesús. Al contestar afirmativa­mente, los estudiantes le preguntaron si podía mostrar una sanación de esta índole o si ya había presenciado una. El doctor Usui tuvo que res­ponder en forma negativa. Ese fue el motivo de su renuncia al cargo en la universidad, para dedicarse a encontrar la respuesta a estas preguntas.

Viajó a Estados Unidos y allí estudió teología en la Universidad de Chicago. Su tesis se centró en el tema "Las sanaciones en el Nuevo Testamento". Al mismo tiempo, estudió escritos chinos ya que, además del japonés y del inglés, el doctor Usui también dominaba el idioma chino. A pesar de sus profundos estudios de las religiones cristianas, del taoísmo y del budismo, no encontró las res­puestas buscadas. Nuevamente en el Japón, estudió el sánscrito antiguo y visitó muchos conventos budistas, para adquirir nuevos conocimientos. Finalmente, encontró en la biblioteca de un convento Zen escrituras redactadas en sánscrito que informaban cómo y con qué métodos y sím­bolos puede lograrse una sanación.

Aunque después de muchos años de búsqueda, descubrió los conocimientos teóricos relacionados con este secreto, aún le estaba vedado el acceso a la sanación. Durante esta época vivía nuevamente en el con­vento de Kyoto.

El abad del convento y el doctor Usui habían entablado una profunda amistad. El abad le aconsejó meditar y ayunar durante 21 días en la mon­taña sagrada Kuriyama. El doctor Usui aceptó este consejo e inició el camino al día siguiente, confiando en que Dios le daría la fuerza de la comprensión. Con 21 piedras, de las cuales apartaba una cada día, formó un almanaque, y durante este tiempo ayunó y meditó. Muy temprano en la mañana del vigésimo primer día vio un luminoso haz de luz que des­cendió sobre él y que lo tocó en el centro de su frente. A pesar de este largo ayuno y con la consecuente debilidad física, repentinamente sintió que una gran fuerza recorría su cuerpo. Delante suyo vio con letras luminosas los antiguos símbolos de las escrituras en sánscrito y dijo:

"Sí, me acuerdo". Estos símbolos se le fijaron para siempre en su mente y con ellos se activó el acce­so a la Energía Vital Universal.

Después de esta vivencia, el doctor Usui comenzó a descender de la montaña. Al hacerlo, se lasti­mó el pie y la herida comenzó a sangrar. Aplicó sus manos sobre la misma, la hemorragia cesó y el do­lor desapareció. Esa fue su prime­ra experiencia con sus nuevas facultades y comprendió que podía sanar con sus manos.

Como sintió hambre, ingresó en una posada junto al camino. La camarera que lo atendió sufría desde hace días intensos dolores de muelas, y el doctor Usui le ofreció mitigar los dolores. Con su consentimiento, aplicó sus manos sobre la hinchazón de su mejilla. Después de un tiem­po, los dolores desaparecieron y la mejilla se desinflamó.

El doctor Usui retornó al convento para relatar sus experiencias al abad y al conversar con él, tomó la decisión de ayudar a los seres huma­nos que vivían en la pobreza a causa de una enfermedad.

Pasó muchos años en los barrios bajos de Kyoto, curando a muchas personas con la energía Reiki y dándoles así la posibilidad de retornar a su vida original, de trabajar y de cuidar de sí mismos y de sus familias. Pero lo desilusionó mucho comprobar que después de algún tiempo en­contraba a estas mismas personas que había curado, mendigando en la calle. Cuando les preguntaba por qué no habían vuelto a su vida habi­tual, siempre contestaban que buscar trabajo y asumir la responsabili­dad por la propia vida y la de otros costaba demasiado esfuerzo.

El doctor Usui se conmovió y reconoció que no bastaba con curar los males físicos de estos seres, y que tenía la misma importancia desarro­llar en sus conciencias el agradecimiento por la curación física. Los individuos tenían que tomar conciencia de que habían recibido un regalo, pero que, sin una contraprestación, este regalo carecía de valor. Él impuso las siguientes reglas de vida:

 

Reglas de vida de Reiki:

 

No te enfades precisamente hoy.

No te preocupes precisamente hoy.

Honra a tus maestros, a tus padres y a tus mayores.

Gana tu pan honradamente.

Sé agradecido a todo lo que vive.


 

El doctor Usui abandonó los barrios pobres y al hacerlo comenzó una nueva etapa en su vida. Comenzó a transmitir sus conocimientos y encontró muchos alumnos. Después de su deceso, uno de sus colabora­dores más cercanos, el doctor Chijiro Hayashi, se convirtió en su suce­sor. Él creó la primera clínica de Reiki en Tokio, en la cual se curaba solamente con Reiki y a través de Reiki. Esta clínica fue destruida en la Segunda Guerra Mundial.

Hawayo Takata, hija de japoneses nacida en 1900 en Hawai, se convirtió en la sucesora del doctor Hayashi. La señora Takata sufría diver­sas enfermedades y por casualidad descubrió la existencia de la clínica del doctor Hayashi en Tokio. Se entregó a sus cuidados y se curó. Como estas experiencias despertaron su interés en el Reiki, se convirtió en discípula del doctor Hayashi, permaneció con él un año, pasado el cual, retornó a Hawai. En 1938 el doctor Hayashi visitó a la señora Takata en Hawai y la inició allí como Maestra de Reiki. El doctor Hayashi falleció en 1941 y la señora Takata asumió inmediatamente su sucesión.

 

En Hawai la señora Takata creó un centro de Reiki, donde sanaba a los enfermos y capacitaba alumnos. Consagró a más de 20 maestros en los Estados Unidos, en Canadá y en América del Sur. Le siguieron en el cargo sus nietas Phyllis Lei Furumoto y la doctora Barbara Webber-Ray. Después de un año, se separaron los caminos de estas dos mujeres y pronto, ambas crearon nuevas organizaciones.

Actualmente existe la Reiki-Alliance de Phyllis Lei Furumoto y la AIRA de la doctora Barbara Webber-Ray. La señora Brigitte Müller difundió el Reiki en los años 1980 en Europa.

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